viernes, 26 de enero de 2018

¿Debe la Iglesia meterse en política? (Por Juan Hernández)

Saludos queridos lectores, ¡Paz y Bien para ustedes!

Hemos querido dejar para ustedes un artículo de nuestro hermano Juan Carlos Hernández, quien comparte nuestra fe católica en la parroquia eclesiástica San Juan Bautista de San Juan de
Lagunillas Estado Mérida, Venezuela. Este artículo ha sido escrito a propósito de los acontecimientos políticos, sociales y económicos de nuestro País en los que nuestra Iglesia venezolana ha tenido que, varias veces, acercarse al pueblo y ser la voz de aquellos que no son escuchados. 

Ante tanta incertidumbre, dificultades y desorden político en nuestro País, muchos nos preguntamos ¿podrá la Iglesia meterse en política?, ¿qué dice la Iglesia con respecto a estos problemas sociales?

Como es de costumbre, nuestra intención principal es ayudarte a entender muchas peculiaridades de nuestra Iglesia. Por eso, esperamos que este artículo sea de tu agrado. 

¿Debe la Iglesia meterse en la Política?

La interrogante que rotula el presente escrito quizá representa uno de los temas más cotizados en los últimos tiempos, especialmente ante la situación por la que pasa la sociedad venezolana, donde se asiste al litigio entre oficialismo y oposición y las opiniones proferidas por la Iglesia en medio de ambos bandos.
La Iglesia ha recibido, por boca de su divino fundador, la facultad de «atar y desatar»[1], obteniendo así el respaldo en el cielo de cuanto haga en la tierra por la salvación de las almas. Para el apóstol San Pablo ella es la que «(…) sostiene y defiende la verdad»[2], lo que le da la potestad de ser una voz autorizada ante las realidades que surgen en el dinamismo universal. Por otro lado, San Juan XXIII en su carta encíclica Mater et Magistra[3] (Madre y Maestra), planteó el perfil de la Iglesia como una Madre que engendra hijos para el Señor pero que a su vez se preocupa por ellos y se encarga de educarlos como una Maestra. Él mismo dice que,
la santa Iglesia, aunque tiene como misión principal santificar las almas y hacerlas partícipes de los bienes sobrenaturales, se preocupa, sin embargo, de las necesidades que la vida diaria plantea a los hombres, no sólo de las que afectan a su decoroso sustento, sino de las relativas a su interés y prosperidad. [4]
La Iglesia, igual que Cristo, concibe al ser humano en su totalidad como un ente que tiene cuerpo y alma, donde le da la misma importancia a ambas esencias que convergen en un mismo ser. Es como «un dos en uno». No se puede separar una cosa de la otra porque entonces el hombre sería otra cosa menos hombre. El cuerpo pertenece a lo terrenal, lo temporal, lo corruptible; y por el contrario, el alma, corresponde a lo celestial, lo espiritual, lo eterno, lo incorruptible, pero estas dos dimensiones confluyen en un mismo ser llamado hombre y tienen un mismo creador que es Dios, según el testimonio del Génesis[5], y afirmado por el Símbolo de los Apóstoles cuando dice: «Credo in unum Deum, Patrem omnipotentem, Factorem caeli et terrae, visibilium omnium et invisibilium».
Esta apología busca resaltar el afán de la Madre Iglesia no solo por salvar las almas sino también por procurar el bienestar del cuerpo durante su paso por la tierra, porque de esta manera,
(…) cumple el mandato de su fundador, Cristo, quien, si bien atendió principalmente a la salvación eterna del hombre, cuando dijo en una ocasión : «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6); y en otra: «Yo soy la luz del mundo» (Jn 8,12), al contemplar la multitud hambrienta, exclamó conmovido: «Siento compasión de esta muchedumbre» (Mc 8,2), demostrando que se preocupaba también de las necesidades materiales de los pueblos.[6]
Todo esto nos lleva a establecer una máxima: La Iglesia no puede quedarse relegada a las realidades inherentes a la dimensión temporal del hombre, de la que participa por poseer un cuerpo. Esto se ha evidenciado en los dos milenios de existencia que tiene la Iglesia desde su fundación. Si echamos un vistazo a lo largo de la historia de nuestra era, en todas las épocas, podremos observar cómo la misma le ha ofrecido a la humanidad magnos servicios sociales: salud, educación, alimentación, entre otros…
A propósito de esto, gracias a la libertad de culto otorgada por Constantino el Grande en el Edicto de Milán[7] del 313, y más tarde la promulgación del cristianismo como religión oficial del Imperio Romano por Teodosio el Grande[8] en el 374, la Iglesia comienza a: ocupar un importante lugar en el Imperio, tener pesadas influencias, e incluso, asumir responsabilidades gubernamentales y políticas; todo ello expresado en la figura de una Iglesia del apogeo medieval reconocida universalmente como la máxima autoridad, a la que se sometían emperadores y reyes, generándose así una unificación de Iglesia y Estado, donde este se debía a aquella. Aquí se corona la figura de Dios como el centro de todo y la Iglesia era la garante de que así fuera.
Ya con el Renacimiento, en el umbral de la época moderna y también en nuestros días, se empieza a desarrollar un interesante declive de lo expresado en el párrafo precedente, pues los movimientos humanistas colocan al hombre como el centro y se va dando un disimulado desplazamiento de Dios y por ende de la Iglesia. Por el proceso de secularización se va forjando en el mundo un divorcio de Iglesia y Estado, y para argumentar esta separación muchos apelan a las palabras del mismo Cristo: «Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios»[9].
Lo anteriormente mencionado ha dado pie para que muchos afirmen con plena certeza: «La Iglesia no tiene por qué meterse en política». Pero ahora bien, esto nos lleva a preguntarnos: ¿Qué es la política? Definiendo este término podremos verificar si aquella protesta cuenta o no con la absoluta razón.
«Política» es un término que toma un gran auge en el siglo V A.C. tras el desarrollo de la obra de Aristóteles titulada justamente: «Política»; la cual busca estudiar las cuestiones sociales y determinar las características del espacio en el que se debe desarrollar la vida del hombre[10]. En este mismo orden de ideas, se puede definir que,
La palabra política viene de πόλις (polis = ciudad). De modo que en un primer acercamiento diremos que política es todo lo relativo a la vida de la polis.
Los griegos utilizaban muchas palabras derivadas de polis para referirse a lo político. La primera de la que hablaremos es politikos, con el sufijo –ico (πολιτικός). Esto es, lo relativo a la polis y a sus ciudadanos. El término politikos (πολιτικός) es pues sinónimo de social, por eso cuando Aristóteles dice que el hombre es un "zóon politikón" quiere decir realmente que el hombre es un animal social, que vive en un estado o ciudad sujeto a leyes elaboradas por la razón y gracias a la capacidad lingüística y moral de los hombres.[11]
A tenor de la cita apenas empleada, nos apropiaremos del significado de política como todo lo relativo a la vida de la polis, es decir, de la ciudad. Habiendo comprendido esto lúcidamente, se podría concluir que, si la Iglesia opinara sobre las cuestiones relacionadas a la vida de los ciudadanos, por lo tanto, estaría adentrándose en el campo de la política, en sentido general.
Por otro lado, es muy oportuno resaltar y tener en cuenta la grácil diferencia en que la Iglesia se meta en política y la posición que la misma asume ante la «comunidad política»[12], donde,
La Iglesia y la comunidad política, si bien se expresan ambas con estructuras organizativas visibles, son de naturaleza diferente, tanto por su configuración como por las finalidades que persiguen. El Concilio Vaticano II ha reafirmado solemnemente que « la comunidad política y la Iglesia son independientes y autónomas, cada una en su propio terreno ». La Iglesia se organiza con formas adecuadas para satisfacer las exigencias espirituales de sus fieles, mientras que las diversas comunidades políticas generan relaciones e instituciones al servicio de todo lo que pertenece al bien común temporal. La autonomía e independencia de las dos realidades se muestran claramente sobre todo en el orden de los fines.[13]
Esto evidentemente marca los límites que tiene la Iglesia en el juicio político, pero aclarándose que es en el marco del accionar de la comunidad política, cuyas diferencias se muestran en sus objetivos, donde la una tiene como objeto atender las exigencias espirituales y la otra se debe al servicio del bien común temporal[14]. No es, por tanto, que la Madre Iglesia no deba inmiscuirse en los asuntos políticos sino más bien en los quehaceres de los grupos políticos que se relacionan de una u otra forma con el dinamismo gubernamental del Estado, esto es más claramente, no parcializarse por una ideología política partidista.
Todo lo que se ha expuesto anteriormente, ha sustentado lo que desde hace más de un siglo se ha llamado «Doctrina Social de la Iglesia». Desde el siglo XIX, han ocurrido importantes acontecimientos en materia evolutiva de la sociedad mundial. Entre otras cosas, se pueden mencionar hechos como las secuelas vivas de la Revolución Industrial, cuyo impacto ha tenido gigantes repercusiones en el constante avance tecnológico, desde la época hasta nuestros días. Era vital la voz catequista de la Iglesia, que desde la moral, la fe y los valores evangélicos, fijara su visión para iluminar las acciones del hombre, tomando en cuenta su esencia como ente social[15].
En este sentido, la Iglesia levantó su voz con la promulgación de la carta encíclica Rerum Novarum (De las Cosas Nuevas), por el Papa León XIII, el 15 de mayo de 1891. Este documento se convocó en el marco de la contienda de dos grandes corrientes europeas: Capitalismo Vs. Socialismo[16]. El Sumo Pontífice denunciaba:
los adelantos de la industria y de las artes, que caminan por nuevos derroteros; el cambio operado en las relaciones mutuas entre patronos y obreros; la acumulación de las riquezas en manos de unos pocos y la pobreza de la inmensa mayoría; la mayor confianza de los obreros en sí mismos y la más estrecha cohesión entre ellos, juntamente con la relajación de la moral, han determinado el planteamiento de la contienda.[17]
Ambas tendencias defendían algunos principios tal vez extremistas: el capitalismo liberal hacía uso de su poder para explotar a los obreros, privándolos muchas veces de sus derechos y remunerándolos con salarios simbólicos. Por otro lado, el socialismo planteaba suprimir la propiedad privada poniendo en contra a los indigentes con los poderosos, buscando que dicha propiedad fuera un derecho común, administrada por el Estado[18]. No se trataba, pues, de afirmar u apoyar radicalmente una u otra postura, si no tal vez de lograr un diálogo entre ambas.
Según parece, si quienes sostienen que la Iglesia debe ser ajena a la política, hubiesen malinterpretado este documento eclesial en virtud de su infundada postura, pero la historia es la que juzga las intenciones de los acontecimientos y como consecuencia de esta encíclica se da origen en el mundo laboral a la creación de los sindicatos, pues León XIII exponía que,
los obreros cristianos se ven ante la alternativa o de inscribirse en asociaciones de las que cabe temer peligros para la religión, o constituir entre sí sus propias sociedades, aunando de este modo sus energías para liberarse valientemente de esa injusta e insoportable opresión.
Cabría entonces preguntarse genuinamente: ¿Debe la Iglesia meterse en política? ¿Debe mantenerse aislada de los acontecimientos sociales quedándose muda y despreocupada por cuanto le ocurre a sus hijos en el devenir social? ¿Debe quedarse encerrada en su culto, solo elevando indiferentes oraciones en cuatro paredes, sin alzar la mirada ante las vicisitudes por las que pasan sus hijos?
Si la Santa Madre Iglesia no debe meterse en política, es decir, en todo aquello relativo a la polis, entonces no debería preocuparse por abrir escuelas, sostener hospitales, ofrecer servicios para las comunidades, ya que todo eso es relativo a la sociedad y por ende es parte de la política de un Estado, que es responsabilidad de un gobierno. Decir en consecuencia que, la Iglesia no debe meterse en política porque su misión es solo hablar de Dios y llevar al cielo a las almas, entonces sería aquella que se encargaría de enseñar a rezar al individuo, de sacramentarlo, de «hablarle solo de la palabra de Dios», sin importarle que ese individuo esté educado, alimentado, sano y con trabajo, ya que eso es responsabilidad del Estado y de quienes gobiernan. ¡No, no es así!, porque ella debe defender los derechos humanos fundamentales, de ser la voz de quienes no tienen voz, y si la política de un Estado no garantiza esos derechos, la misma debe denunciarlo en virtud de su dimensión profética de anunciar y denunciar[19].
El Santo Padre Francisco ha sido un Papa que ha realizado admirables gestos acompañando su predicación en la defensa de los derechos humanos, lo cual lo ha hecho muy querido por las masas populares. También, ha dejado las cosas muy claras en su magisterio en materia de Doctrina Social, resaltando cuál es la obligación de la Iglesia ante las irregularidades sociales. Aunque muchos han afirmado que el Papa no se mete en política, que les ha ordenado a los obispos y sacerdotes no meterse en política, lo que él mismo apuntó en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium (La Alegría del Evangelio) indica otra cosa:
Los Pastores, acogiendo los aportes de las distintas ciencias, tienen derecho a emitir opiniones sobre todo aquello que afecte a la vida de las personas, ya que la tarea evangelizadora implica y exige una promoción integral de cada ser humano. Ya no se puede decir que la religión debe recluirse en el ámbito privado y que está sólo para preparar las almas para el cielo. (…) De ahí que la conversión cristiana exija revisar «especialmente todo lo que pertenece al orden social y a la obtención del bien común». Por consiguiente, nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas, sin influencia alguna en la vida social y nacional, sin preocuparnos por la salud de las instituciones de la sociedad civil, sin opinar sobre los acontecimientos que afectan a los ciudadanos.[20]
En virtud de ello, la Iglesia se ha pronunciado con vehemencia y lucidez ante los acontecimientos que han sucedido en Venezuela en los últimos tiempos. En el marco de las sentencias emitidas por el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), en el mes de marzo del corriente, donde se anulaba la Asamblea Nacional y asumía sus funciones legislativas, la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) se pronunció al respecto:
En nuestra condición de pastores de la Iglesia Católica, sentimos que estamos ante unas ejecutorias que desconocen e inhabilitan el órgano público que representa la soberanía popular, en función del ejercicio omnímodo y unilateral del poder, sin tomar en cuenta a la gente. Son decisiones moralmente inaceptables y, por tanto, reprobables. Las dos sentencias, producto de unas medidas que sobrepasan el ejercicio equitativo del poder, han provocado reacciones de numerosos países y pueden generar en Venezuela una escalada de violencia.
(…) Por el contrario, es necesario generar gestos valientes e iniciativas innovadoras que motiven a esperar contra toda esperanza (Cf. Rom. 4,18), para construir una convivencia libre, justa y fraterna; es tarea que nos compete a todos, cada cual según su posición. Es una responsabilidad ineludible porque frente al mal nadie puede permanecer como simple espectador. El llamado es a ser protagonistas del presente y del futuro de nuestro querido país (Exhortación de la CEV, Enero 2017).[21]
Por otro lado, la Iglesia venezolana ha señalado otras irregularidades, a su parecer, donde ha dicho que,
La democracia se caracteriza, ante todo, por el respeto y protección de los derechos de los ciudadanos. Cuando el Estado (o el Gobierno) los desconoce o irrespeta, deja de ser un Estado democrático, pierde legitimidad en su desempeño, pues su función es la defensa de todos los ciudadanos independientemente de su ideología política. Los ciudadanos conservan sus derechos, pero los ven disminuidos o anulados. Hay otros factores que niegan la democracia, como es la concentración de los poderes públicos en manos de un solo poder. Esta es la situación actual de Venezuela. Defender los derechos humanos fundamentales, la vida, la libertad, la salud....y los demás derechos de los ciudadanos, es un deber de todo ser humano. Es también un derecho y un deber de la Iglesia y de todos los creyentes, pues lo derechos humanos y civiles no pertenecen exclusivamente al ámbito de lo sociopolítico sino también al religioso.[22]
De igual modo, como una luz en medio de la oscuridad, ha hecho un llamado de atención a quienes por vías anticristianas buscan falsas soluciones:
Una vez más alzamos nuestras voces contra la violencia, venga de donde venga. Es preciso que si se da ese proceso, que no apoyamos, se desarrolle sin violencia. La violencia no puede ser nunca la forma de solucionar los conflictos sociales que se agravan día a día en nuestra sociedad venezolana. La represión desmedida con saldo de heridos, muertos y detenidos genera mayor violencia.[23]
Por supuesto no se puede dejar de lado el poder de la oración como forma de invocación de la ayuda de Dios, y por ello convocó al pueblo venezolano a una jornada de ayuno y oración el pasado viernes 21 de julio último,
con el fin de pedir a Dios que bendiga los esfuerzos de los venezolanos por la libertad, justicia y la paz, para que iluminados por el Espíritu Santo y bajo la protección maternal de María de Coromoto, siga edificando la paz y convivencia fraterna en el país.[24]
En fin, en medio de este contexto, el Santo Padre Francisco ha aupado al episcopado venezolano a continuar en la animación del pueblo de Dios:
Deseo manifestar mi solidaridad con cada uno de ustedes y agradecerles su cercanía con la grey que les ha sido encomendada, especialmente con los más pobres y necesitados, así como iniciativas para fomentar la solidaridad y la generosidad entre los venezolanos.
Agradezco así mismo su continuo llamamiento a evitar cualquier forma de violencia, a respetar los derechos de los ciudadanos y a defender y defender la dignidad humana y los derechos fundamentales.
Queridos hermanos, deseo animarles a que no permitan que los amados hijos de Venezuela se dejen vencer por la desconfianza o la desesperación, pues estos son males que penetran en el corazón de las personas cuando no ven perspectivas de futuro.[25]
Y de igual modo, ha manifestado su maciza unidad con los obispos venezolanos al decirles que en la voz de ellos también resuena su voz[26], expresando de esta manera que no hay una discrepancia entre la CEV y el Papa[27], como muchos lo han hecho ver, de tal manera que cuanto ellos sostengan ante la realidad venezolana, siempre contarán con el incondicional respaldo del Romano Pontífice.
Este tema del que se ha venido discutiendo en las anteriores planas parece ser una cuestión que está en boga en estos últimos tiempos, pero realmente ha sido una materia discutida desde siempre, ya que en las distintas épocas se han escuchado muchos rugidos a fin de acallar la beligerante voz de la Iglesia en la defensa de los derechos del hombre, argumentando que la política es asunto ajeno a su competencia; empero esta Iglesia, cumpliendo su obligación de «Madre y Maestra­», ha salido a  proteger los intereses comunes de los pueblos. Quizá en el momento fueron vistas por algunos como acciones inapropiadas, pero que luego la historia se encargó de reconocer sus actuaciones heroicas.
Dentro de esta perspectiva, la Iglesia presente en tierras venezolanas desde hace más de cinco siglos, con sus luces y sus sombras, ha ejecutado admirables hazañas en la lucha de reivindicar la dignidad del ser humano. Prístinamente durante el proceso de conquista y colonización, a pesar de los argumentos antagónicos que numerosos autores sostienen, la Iglesia fue una gran protectora de la dignidad de los indígenas así como en la defensa de su legítima naturaleza de seres humanos. En otras fechas más recientes, en la época independentista, se resaltan las figuras de sacerdotes y obispos que apoyaron activamente los hechos emancipadores, verbigracia: el padre José Cortés de Madariaga, los sacerdotes diputados firmantes del Acta de Independencia del 5 de julio, entre otros íconos. Hoy por hoy, dichos acontecimientos gozan de copiosa admiración y probablemente quienes hoy sostienen que la Iglesia debe ser ajena a la política no han juzgado como malo tales gestas.
La Iglesia venezolana ha considerado importante su intervención en los acontecimientos sociales, en todo aquello relativo a la polis, para así contribuir a la construcción de la Civilización del amor e iluminar las realidades socio-políticas con la moral emanada del Evangelio. Es tan transcendental esta verdad que el Concilio Plenario de Venezuela consagró este contenido en un documento titulado: La contribución de la Iglesia a la gestación de una nueva sociedad[28], no queriendo decir que en otros documentos no se mencionen puntos de este mismo orden.
En consecuencia, es de suma vitalidad ser parcos a la hora de sostener posiciones sin antes profundizar en la pingüe riqueza del Magisterio eclesial, que bebe de la fuente inagotable del Evangelio, es iluminado por el Espíritu Paráclito y va leyendo los signos de los tiempos en cada época. Es preciso concluir estas sencillas líneas con estas palabras:
Con su enseñanza social, la Iglesia quiere anunciar y actualizar el Evangelio en la compleja red de las relaciones sociales. No se trata simplemente de alcanzar al hombre en la sociedad —el hombre como destinatario del anuncio evangélico—, sino de fecundar y fermentar la sociedad misma con el Evangelio. Cuidar del hombre significa, por tanto, para la Iglesia, velar también por la sociedad en su solicitud misionera y salvífica. La convivencia social a menudo determina la calidad de vida y por ello las condiciones en las que cada hombre y cada mujer se comprenden a sí mismos y deciden acerca de sí mismos y de su propia vocación. Por esta razón, la Iglesia no es indiferente a todo lo que en la sociedad se decide, se produce y se vive, a la calidad moral, es decir, auténticamente humana y humanizadora, de la vida social. La sociedad y con ella la política, la economía, el trabajo, el derecho, la cultura no constituyen un ámbito meramente secular y mundano, y por ello marginal y extraño al mensaje y a la economía de la salvación. La sociedad, en efecto, con todo lo que en ella se realiza, atañe al hombre. Es esa la sociedad de los hombres, que son « el camino primero y fundamental de la Iglesia ».[29]


Juan Hernández
Agosto, 2017.




[1] Cf. Mt. 16,18-19.
[2] I Tim. 3,15.
[3] Cabe destacar que este Sumo Pontífice hace gran referencia a la carta encíclica Rerum Novarum de su predecesor León XIII acerca de las cuestiones sociales, al igual que mencionará el magisterio de otros Papas sobre este tema. De la encíclica Rerum Novarum se hablará con mayor profundidad más adelante.
[4] S.S. Juan XXIII, Carta Encíclica Mater et Magistra (MM), 1961, n. 3. Disponible en: http://w2.vatican.va/content/john-xxiii/es/encyclicals/documents/hf_j-xxiii_enc_15051961_mater.html [Visto 02/08/17]
[5] «Entonces el Señor Dios modeló al hombre con arcilla del suelo y sopló en su nariz un aliento de vida. Así el hombre se convirtió en un ser viviente» Gén. 2,7.
[6] MM, Op-cit., n. 4.
[7] Para mayor información véase: Wikipedia – La Enciclopedia Libre, «Edicto de Milán», disponible en: https://es.wikipedia.org/wiki/Edicto_de_Mil%C3%A1n [Visto 09/08/17]
[8] Véase: Wikipedia – La Enciclopedia Libre, «Teodosio I el Grande», disponible en: https://es.wikipedia.org/wiki/Teodosio_I_el_Grande [Visto 09/08/17]
[9] En Mc. 12,13; Mt. 22,21; Lc. 20,20.
[10] Cf. Webdianoia, «La filosofía de Aristóteles, y 7. Sociedad y política», disponible en: http://www.webdianoia.com/aristoteles/aristoteles_polis.htm [Visto 09/08/17]
[11] Etimologías filosóficas, Política, disponible en: http://etimologiaspalomar.blogspot.com/2013/07/politica.html [Visto 09/08/17]
[12] Entiéndase esta expresión como: «(…) conjunto de personas quienes participan en el quehacer político de un país. Más específicamente, se refiere a quienes directamente participan de los grupos de poder e influencia, más bien parte del sistema político para un país o región en particular» En TUS PREGUNTAS, ¿Qué es la comunidad política?, disponible en: http://tuspreguntas.misrespuestas.com/preg.php?idPregunta=11371 [Visto 09/08/17]
[13] PONTIFICIO CONSEJO «JUSTICIA Y PAZ», COMPENDIO DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA, Libreria Editrice Vaticana, 2005, 424. Disponible en: http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/justpeace/documents/rc_pc_justpeace_doc_20060526_compendio-dott-soc_sp.html#IGLESIA CATÓLICA Y COMUNIDAD POLÍTICA [Visto 09/08/17]
[14] Cf. Iden.
[15] Para ampliar un poco más la perspectiva acerca de este punto véase: Wikipedia – La Enciclopedia Libre, «Doctrina social de la Iglesia», disponible en: https://es.wikipedia.org/wiki/Doctrina_social_de_la_Iglesia [Visto 11/08/17]
[16] Cf. M. LOZA, Rerum Novarum, para entender y reflexionar la Encíclica, disponible en: http://es.catholic.net/op/articulos/2491/cat/159/rerum-novarum-para-entender-y-reflexionar-la-enciclica.html [Visto 11/08/17]
[17] S.S. León XIII, Carta Encíclica Rerum Novarum, Librería Editrice Vaticana, 1891, n. 1. Disponible en: http://w2.vatican.va/content/leo-xiii/es/encyclicals/documents/hf_l-xiii_enc_15051891_rerum-novarum.html [Visto 11/08/17]
[18] Cf. Ibid., n. 2.
[19] Esa era la misión de los profetas que quienes por denunciar las injusticias fueron amenazados, aborrecidos, torturados y muertos. Así resonaban sus voces: «¡Ay de los que convierten el derecho en veneno y echan por tierra la justicia!. ¡Ay de los que aborrecen al que recrimina en la Puerta y detestan al que habla con integridad! Por eso, por haber esquilmado al débil, exigiéndole un tributo de grano, esas casas de piedras talladas que ustedes construyeron, no las habitarán, de esas viñas selectas que plantaron, no beberán el vino.
Porque yo conozco la multitud de sus crímenes y la enormidad de sus pecados, ¡opresores del justo, que exigen rescate y atropellan a los pobres en la Puerta!» Am. 5,7.10-12.
[20] S.S. Francisco, Exhortación Pastoral Evangelii Gaudium, Libreria Editrice Vaticana, 2013, nn. 182-183. Disponible en: http://w2.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20131124_evangelii-gaudium.html [Visto 11/08/17]
[21] Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), COMUNICADO DE LA PRESIDENCIA DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE VENEZUELA ANTE LAS DECISIONES DEL TRIBUNAL SUPREMO DE JUSTICIA, 31/03/17, nn. 2-5. Disponible en: http://www.cev.org.ve/index.php/noticias?start=30 [Visto 12/08/17]
[22] CEV, Comunicado de la CEV: LOS VENEZOLANOS EXIGIMOS EL RESPETO A NUESTROS DERECHOS CIVILES Y A TODOS NUESTROS DERECHOS, 18/04/17, n. 2. Disponible en: http://www.cev.org.ve/index.php/noticias/221-comunicado-de-la-cev-los-venezolanos-exigimos-el-respeto-a-nuestros-derechos-civiles-y-a-todos-nuestros-derechos [Visto 12/08/17]
[23] CEV, ANTE LAS ELECCIONES PARA LA CONSTITUYENTE, 27/07/17, n. 3. Disponible en: http://www.cev.org.ve/index.php/noticias?start=5 [Visto 12/08/17]
[24] CEV, Conferencia Episcopal Venezolana convoca a Jornada de Ayuno y Oración por Venezuela, 13/07/17. Disponible en: http://www.cev.org.ve/index.php/noticias?start=5 [Visto12/08/17]
[25] CEV, Papa Francisco envía Carta a los obispos de Venezuela expresando su cercanía y preocupación por el sufrimiento del pueblo venezolano, 05/05/17. Disponible en: http://www.cev.org.ve/index.php/noticias/224-papa-francisco-envia-carta-a-los-obispos-de-venezuela [Visto 12/08/17]
[26] CEV, Papa Francisco: En la voz de los Obispos Venezolanos también resuena la mía, 08/06/17. Disponible en: http://www.cev.org.ve/index.php/noticias/231-papa-francisco-en-la-voz-de-los-obispos-venezolanos-tambien-resuena-la-mia [Visto 12/08/17]
[27] Ante este punto se recomienda leer el siguiente artículo: R. LUCIANI, El Papa, la Iglesia y Venezuela. Disponible en: http://www.teologiahoy.com/secciones/iglesia-en-salida/el-papa-la-iglesia-y-venezuela
[28] En cuanto a la dimensión de este documento, el mismo lo presenta brevemente con estas palabras: «Nuestro Concilio centra su análisis en cuatro grandes ámbitos con sus correspondientes núcleos problemáticos. Ellos son: el ámbito de lo económico, caracterizado por la existencia de un sistema dominado por el individualismo, el afán de lucro y la agudización de las desigualdades sociales; el ámbito de lo social, caracterizado por la disolución del núcleo familiar, el progresivo empobrecimiento del país, el grave deterioro general, y las fallas en la valoración y respeto a los derechos humanos; el ámbito político, signado por la falta de participación y organización ciudadanas en la línea de la libertad y la justicia; y el ámbito de lo ético-cultural donde se observa una acentuada pérdida del sentido moral, expresada en el poco aprecio por los auténticos valores humanos.» Concilio Plenario de Venezuela (CPV), La contribución de la Iglesia a la gestación de una nueva sociedad, CEV, Caracas, 2006, n. 6.
[29] PONTIFICIO CONSEJO «JUSTICIA Y PAZ», Op-cit., n. 62.


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