Saludos queridos lectores, ¡Paz y Bien para ustedes!
Hemos querido dejar para ustedes un artículo de nuestro hermano Juan Carlos Hernández, quien comparte nuestra fe católica en la parroquia eclesiástica San Juan Bautista de San Juan de
Lagunillas Estado Mérida, Venezuela. Este artículo ha sido escrito a propósito de los acontecimientos políticos, sociales y económicos de nuestro País en los que nuestra Iglesia venezolana ha tenido que, varias veces, acercarse al pueblo y ser la voz de aquellos que no son escuchados.
Ante tanta incertidumbre, dificultades y desorden político en nuestro País, muchos nos preguntamos ¿podrá la Iglesia meterse en política?, ¿qué dice la Iglesia con respecto a estos problemas sociales?
Como es de costumbre, nuestra intención principal es ayudarte a entender muchas peculiaridades de nuestra Iglesia. Por eso, esperamos que este artículo sea de tu agrado.
¿Debe la Iglesia meterse en la Política?
La interrogante que rotula el presente escrito quizá representa uno de los
temas más cotizados en
los últimos tiempos, especialmente ante la situación por la que pasa la
sociedad venezolana, donde se asiste al litigio entre oficialismo y oposición y
las opiniones proferidas por la Iglesia en medio de ambos bandos.
La Iglesia ha recibido, por boca de su divino fundador, la facultad de
«atar y desatar»[1],
obteniendo así el respaldo en el cielo de cuanto haga en la tierra por la
salvación de las almas. Para el apóstol San Pablo ella es la que «(…) sostiene y defiende la verdad»[2],
lo que le da la potestad de ser una voz autorizada ante las realidades que
surgen en el dinamismo universal. Por otro lado, San Juan XXIII en su carta
encíclica Mater et Magistra[3]
(Madre y Maestra), planteó el perfil de la Iglesia como una Madre que
engendra hijos para el Señor pero que a su vez se preocupa por ellos y se
encarga de educarlos como una Maestra. Él mismo dice que,
la
santa Iglesia, aunque tiene como misión principal santificar las almas y
hacerlas partícipes de los bienes sobrenaturales, se preocupa, sin embargo, de
las necesidades que la vida diaria plantea a los hombres, no sólo de las que
afectan a su decoroso sustento, sino de las relativas a su interés y
prosperidad. [4]
La Iglesia, igual que Cristo, concibe al ser humano en su totalidad como un
ente que tiene cuerpo y alma, donde le da la misma importancia a ambas esencias
que convergen en un mismo ser. Es como «un
dos en uno». No se puede separar una cosa de la otra porque entonces el
hombre sería otra cosa menos hombre. El cuerpo pertenece a lo terrenal, lo temporal,
lo corruptible; y por el contrario, el alma, corresponde a lo celestial, lo
espiritual, lo eterno, lo incorruptible, pero estas dos dimensiones confluyen
en un mismo ser llamado hombre y tienen un mismo creador que es Dios, según el
testimonio del Génesis[5],
y afirmado por el Símbolo de los Apóstoles cuando dice: «Credo in unum Deum, Patrem omnipotentem, Factorem
caeli et terrae, visibilium omnium et invisibilium».
Esta apología busca resaltar el afán de la Madre Iglesia no solo por salvar
las almas sino también por procurar el bienestar del cuerpo durante su paso por
la tierra, porque de esta manera,
(…)
cumple el mandato de su fundador, Cristo, quien, si bien atendió principalmente
a la salvación eterna del hombre, cuando dijo en una ocasión : «Yo soy el
camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6); y en otra: «Yo soy la luz del mundo»
(Jn 8,12), al contemplar la multitud hambrienta, exclamó conmovido: «Siento
compasión de esta muchedumbre» (Mc 8,2), demostrando que se preocupaba también
de las necesidades materiales de los pueblos.[6]
Todo esto nos lleva a establecer una máxima: La Iglesia no puede quedarse
relegada a las realidades inherentes a la dimensión temporal del hombre, de la
que participa por poseer un cuerpo. Esto se ha evidenciado en los dos milenios de
existencia que tiene la Iglesia desde su fundación. Si echamos un vistazo a lo
largo de la historia de nuestra era, en todas las épocas, podremos observar
cómo la misma le ha ofrecido a la humanidad magnos servicios sociales: salud,
educación, alimentación, entre otros…
A propósito de esto, gracias a la libertad de culto otorgada por
Constantino el Grande en el Edicto de Milán[7]
del 313, y más tarde la promulgación del cristianismo como religión oficial del
Imperio Romano por Teodosio el Grande[8]
en el 374, la Iglesia comienza a: ocupar un importante lugar en el Imperio, tener
pesadas influencias, e incluso, asumir responsabilidades gubernamentales y
políticas; todo ello expresado en la figura de una Iglesia del apogeo medieval
reconocida universalmente como la máxima autoridad, a la que se sometían
emperadores y reyes, generándose así una unificación de Iglesia y Estado, donde
este se debía a aquella. Aquí se corona la figura de Dios como el centro de
todo y la Iglesia era la garante de que así fuera.
Ya con el Renacimiento, en el umbral de la época moderna ─y también en nuestros días─, se empieza a desarrollar un interesante
declive de lo expresado en el párrafo precedente, pues los movimientos
humanistas colocan al hombre como el centro y se va dando un disimulado
desplazamiento de Dios y por ende de la Iglesia. Por el proceso de
secularización se va forjando en el mundo un divorcio de Iglesia y Estado, y
para argumentar esta separación muchos apelan a las palabras del mismo Cristo:
«Den al César lo que es del César y a
Dios lo que es de Dios»[9].
Lo anteriormente mencionado ha dado pie para que muchos afirmen con plena
certeza: «La Iglesia no tiene por qué
meterse en política». Pero ahora bien, esto nos lleva a preguntarnos: ¿Qué
es la política? Definiendo este término podremos verificar si aquella protesta cuenta
o no con la absoluta razón.
«Política» es un término que toma un gran auge en el siglo V A.C. tras el
desarrollo de la obra de Aristóteles titulada justamente: «Política»; la cual busca estudiar las cuestiones sociales y
determinar las características del espacio en el que se debe desarrollar la
vida del hombre[10].
En este mismo orden de ideas, se puede definir que,
La palabra
política viene de πόλις (polis = ciudad). De modo que en un primer acercamiento
diremos que política es todo lo relativo a la vida de la polis.
Los griegos
utilizaban muchas palabras derivadas de polis para referirse a lo político. La
primera de la que hablaremos es politikos, con el sufijo –ico (πολιτικός). Esto
es, lo relativo a la polis y a sus ciudadanos. El término politikos (πολιτικός)
es pues sinónimo de social, por eso cuando Aristóteles dice que el hombre es un
"zóon politikón" quiere decir realmente que el hombre es un animal
social, que vive en un estado o ciudad sujeto a leyes elaboradas por la razón y
gracias a la capacidad lingüística y moral de los hombres.[11]
A tenor de la cita apenas empleada, nos apropiaremos del significado de
política como todo lo relativo a la vida de la polis, es decir, de la ciudad.
Habiendo comprendido esto lúcidamente, se podría concluir que, si la Iglesia
opinara sobre las cuestiones relacionadas a la vida de los ciudadanos, por lo
tanto, estaría adentrándose en el campo de la política, en sentido general.
Por otro lado, es muy oportuno resaltar y tener en cuenta la grácil
diferencia en que la Iglesia se meta en política y la posición que la misma
asume ante la «comunidad política»[12],
donde,
La
Iglesia y la comunidad política, si bien se expresan ambas con estructuras
organizativas visibles, son de naturaleza diferente, tanto por su configuración
como por las finalidades que persiguen. El Concilio Vaticano II ha reafirmado
solemnemente que « la comunidad política y la Iglesia son independientes y
autónomas, cada una en su propio terreno ». La Iglesia se organiza con formas
adecuadas para satisfacer las exigencias espirituales de sus fieles, mientras
que las diversas comunidades políticas generan relaciones e instituciones al
servicio de todo lo que pertenece al bien común temporal. La autonomía e
independencia de las dos realidades se muestran claramente sobre todo en el
orden de los fines.[13]
Esto evidentemente marca los límites que tiene la Iglesia en el juicio
político, pero aclarándose que es en el marco del accionar de la comunidad
política, cuyas diferencias se muestran en sus objetivos, donde la una tiene
como objeto atender las exigencias espirituales y la otra se debe al servicio
del bien común temporal[14].
No es, por tanto, que la Madre Iglesia no deba inmiscuirse en los asuntos
políticos sino más bien en los quehaceres de los grupos políticos que se
relacionan de una u otra forma con el dinamismo gubernamental del Estado, esto
es más claramente, no parcializarse por una ideología política partidista.
Todo lo que se ha expuesto anteriormente, ha sustentado lo que desde hace
más de un siglo se ha llamado «Doctrina
Social de la Iglesia». Desde el siglo XIX, han ocurrido importantes acontecimientos
en materia evolutiva de la sociedad mundial. Entre otras cosas, se pueden
mencionar hechos como las secuelas vivas de la Revolución Industrial, cuyo
impacto ha tenido gigantes repercusiones en el constante avance tecnológico, desde
la época hasta nuestros días. Era vital la voz catequista de la Iglesia, que
desde la moral, la fe y los valores evangélicos, fijara su visión para iluminar
las acciones del hombre, tomando en cuenta su esencia como ente social[15].
En este sentido, la Iglesia levantó su voz con la promulgación de la carta
encíclica Rerum Novarum (De las Cosas
Nuevas), por el Papa León XIII, el 15 de mayo de 1891. Este documento se
convocó en el marco de la contienda de dos grandes corrientes europeas: Capitalismo
Vs. Socialismo[16].
El Sumo Pontífice denunciaba:
los
adelantos de la industria y de las artes, que caminan por nuevos derroteros; el
cambio operado en las relaciones mutuas entre patronos y obreros; la
acumulación de las riquezas en manos de unos pocos y la pobreza de la inmensa
mayoría; la mayor confianza de los obreros en sí mismos y la más estrecha
cohesión entre ellos, juntamente con la relajación de la moral, han determinado
el planteamiento de la contienda.[17]
Ambas tendencias defendían algunos principios tal vez extremistas: el
capitalismo liberal hacía uso de su poder para explotar a los obreros,
privándolos muchas veces de sus derechos y remunerándolos con salarios
simbólicos. Por otro lado, el socialismo planteaba suprimir la propiedad privada
poniendo en contra a los indigentes con los poderosos, buscando que dicha
propiedad fuera un derecho común, administrada por el Estado[18].
No se trataba, pues, de afirmar u apoyar radicalmente una u otra postura, si no
tal vez de lograr un diálogo entre ambas.
Según parece, si quienes sostienen que la Iglesia debe ser ajena a la
política, hubiesen malinterpretado este documento eclesial en virtud de su
infundada postura, pero la historia es la que juzga las intenciones de los
acontecimientos y como consecuencia de esta encíclica se da origen en el mundo
laboral a la creación de los sindicatos, pues León XIII exponía que,
los
obreros cristianos se ven ante la alternativa o de inscribirse en asociaciones
de las que cabe temer peligros para la religión, o constituir entre sí sus
propias sociedades, aunando de este modo sus energías para liberarse
valientemente de esa injusta e insoportable opresión.
Cabría entonces preguntarse genuinamente: ¿Debe la Iglesia meterse en
política? ¿Debe mantenerse aislada de los acontecimientos sociales quedándose
muda y despreocupada por cuanto le ocurre a sus hijos en el devenir social?
¿Debe quedarse encerrada en su culto, solo elevando indiferentes oraciones en
cuatro paredes, sin alzar la mirada ante las vicisitudes por las que pasan sus
hijos?
Si la Santa Madre Iglesia no debe meterse en política, es decir, en todo
aquello relativo a la polis, entonces no debería preocuparse por abrir
escuelas, sostener hospitales, ofrecer servicios para las comunidades, ya que
todo eso es relativo a la sociedad y por ende es parte de la política de un
Estado, que es responsabilidad de un gobierno. Decir en consecuencia que, la
Iglesia no debe meterse en política porque su misión es solo hablar de Dios y
llevar al cielo a las almas, entonces sería aquella que se encargaría de
enseñar a rezar al individuo, de sacramentarlo, de «hablarle solo de la palabra
de Dios», sin importarle que ese individuo esté educado, alimentado, sano y con
trabajo, ya que eso es responsabilidad del Estado y de quienes gobiernan. ¡No,
no es así!, porque ella debe defender los derechos humanos fundamentales, de
ser la voz de quienes no tienen voz, y si la política de un Estado no garantiza
esos derechos, la misma debe denunciarlo en virtud de su dimensión profética de
anunciar y denunciar[19].
El Santo Padre Francisco ha sido un Papa que ha realizado admirables gestos
acompañando su predicación en la defensa de los derechos humanos, lo cual lo ha
hecho muy querido por las masas populares. También, ha dejado las cosas muy
claras en su magisterio en materia de Doctrina Social, resaltando cuál es la
obligación de la Iglesia ante las irregularidades sociales. Aunque muchos han afirmado
que el Papa no se mete en política, que les ha ordenado a los obispos y
sacerdotes no meterse en política, lo que él mismo apuntó en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium
(La Alegría del Evangelio) indica otra cosa:
Los
Pastores, acogiendo los aportes de las distintas ciencias, tienen derecho a
emitir opiniones sobre todo aquello que afecte a la vida de las personas, ya
que la tarea evangelizadora implica y exige una promoción integral de cada ser
humano. Ya no se puede decir que la religión debe recluirse en el ámbito
privado y que está sólo para preparar las almas para el cielo. (…) De ahí que
la conversión cristiana exija revisar «especialmente todo lo que pertenece al
orden social y a la obtención del bien común». Por consiguiente, nadie puede
exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas,
sin influencia alguna en la vida social y nacional, sin preocuparnos por la
salud de las instituciones de la sociedad civil, sin opinar sobre los
acontecimientos que afectan a los ciudadanos.[20]
En virtud de ello, la Iglesia se ha pronunciado con vehemencia y lucidez
ante los acontecimientos que han sucedido en Venezuela en los últimos tiempos.
En el marco de las sentencias emitidas por el Tribunal Supremo de Justicia
(TSJ), en el mes de marzo del corriente, donde se anulaba la Asamblea Nacional
y asumía sus funciones legislativas, la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV)
se pronunció al respecto:
En
nuestra condición de pastores de la Iglesia Católica, sentimos que estamos ante
unas ejecutorias que desconocen e inhabilitan el órgano público que representa
la soberanía popular, en función del ejercicio omnímodo y unilateral del poder,
sin tomar en cuenta a la gente. Son decisiones moralmente inaceptables y, por
tanto, reprobables. Las dos sentencias, producto de unas medidas que sobrepasan
el ejercicio equitativo del poder, han provocado reacciones de numerosos países
y pueden generar en Venezuela una escalada de violencia.
(…) Por
el contrario, es necesario generar gestos valientes e iniciativas innovadoras
que motiven a esperar contra toda esperanza (Cf. Rom. 4,18), para construir una
convivencia libre, justa y fraterna; es tarea que nos compete a todos, cada
cual según su posición. Es una responsabilidad ineludible porque frente al mal
nadie puede permanecer como simple espectador. El llamado es a ser
protagonistas del presente y del futuro de nuestro querido país (Exhortación de
la CEV, Enero 2017).[21]
Por otro lado, la Iglesia venezolana ha señalado otras irregularidades, a
su parecer, donde ha dicho que,
La
democracia se caracteriza, ante todo, por el respeto y protección de los
derechos de los ciudadanos. Cuando el Estado (o el Gobierno) los desconoce o
irrespeta, deja de ser un Estado democrático, pierde legitimidad en su
desempeño, pues su función es la defensa de todos los ciudadanos
independientemente de su ideología política. Los ciudadanos conservan sus
derechos, pero los ven disminuidos o anulados. Hay otros factores que niegan la
democracia, como es la concentración de los poderes públicos en manos de un
solo poder. Esta es la situación actual de Venezuela. Defender los derechos
humanos fundamentales, la vida, la libertad, la salud....y los demás derechos
de los ciudadanos, es un deber de todo ser humano. Es también un derecho y un
deber de la Iglesia y de todos los creyentes, pues lo derechos humanos y
civiles no pertenecen exclusivamente al ámbito de lo sociopolítico sino también
al religioso.[22]
De igual modo, como una luz en medio de la oscuridad, ha hecho un llamado
de atención a quienes por vías anticristianas buscan falsas soluciones:
Una vez
más alzamos nuestras voces contra la violencia, venga de donde venga. Es
preciso que si se da ese proceso, que no apoyamos, se desarrolle sin violencia.
La violencia no puede ser nunca la forma de solucionar los conflictos sociales
que se agravan día a día en nuestra sociedad venezolana. La represión desmedida
con saldo de heridos, muertos y detenidos genera mayor violencia.[23]
Por supuesto no se puede dejar de lado el poder de la oración como forma de
invocación de la ayuda de Dios, y por ello convocó al pueblo venezolano a una
jornada de ayuno y oración el pasado viernes 21 de julio último,
con el
fin de pedir a Dios que bendiga los esfuerzos de los venezolanos por la
libertad, justicia y la paz, para que iluminados por el Espíritu Santo y bajo
la protección maternal de María de Coromoto, siga edificando la paz y
convivencia fraterna en el país.[24]
En fin, en medio de este
contexto, el Santo Padre Francisco ha aupado al episcopado venezolano a
continuar en la animación del pueblo de Dios:
Deseo
manifestar mi solidaridad con cada uno de ustedes y agradecerles su cercanía
con la grey que les ha sido encomendada, especialmente con los más pobres y
necesitados, así como iniciativas para fomentar la solidaridad y la generosidad
entre los venezolanos.
Agradezco
así mismo su continuo llamamiento a evitar cualquier forma de violencia, a
respetar los derechos de los ciudadanos y a defender y defender la dignidad
humana y los derechos fundamentales.
Queridos
hermanos, deseo animarles a que no permitan que los amados hijos de Venezuela
se dejen vencer por la desconfianza o la desesperación, pues estos son males
que penetran en el corazón de las personas cuando no ven perspectivas de
futuro.[25]
Y de igual modo, ha manifestado su
maciza unidad con los obispos venezolanos al decirles que en la voz de ellos
también resuena su voz[26],
expresando de esta manera que no hay una discrepancia entre la CEV y el Papa[27],
como muchos lo han hecho ver, de tal manera que cuanto ellos sostengan ante la
realidad venezolana, siempre contarán con el incondicional respaldo del Romano
Pontífice.
Este tema del que se ha venido
discutiendo en las anteriores planas parece ser una cuestión que está en boga
en estos últimos tiempos, pero realmente ha sido una materia discutida desde
siempre, ya que en las distintas épocas se han escuchado muchos rugidos a fin
de acallar la beligerante voz de la Iglesia en la defensa de los derechos del
hombre, argumentando que la política es asunto ajeno a su competencia; empero esta
Iglesia, cumpliendo su obligación de «Madre y Maestra», ha salido a proteger los intereses comunes de los pueblos.
Quizá en el momento fueron vistas por algunos como acciones inapropiadas, pero
que luego la historia se encargó de reconocer sus actuaciones heroicas.
Dentro de esta perspectiva, la
Iglesia presente en tierras venezolanas desde hace más de cinco siglos, con sus
luces y sus sombras, ha ejecutado admirables hazañas en la lucha de reivindicar
la dignidad del ser humano. Prístinamente durante el proceso de conquista y
colonización, a pesar de los argumentos antagónicos que numerosos autores
sostienen, la Iglesia fue una gran protectora de la dignidad de los indígenas
así como en la defensa de su legítima naturaleza de seres humanos. En otras
fechas más recientes, en la época independentista, se resaltan las figuras de
sacerdotes y obispos que apoyaron activamente los hechos emancipadores,
verbigracia: el padre José Cortés de Madariaga, los sacerdotes diputados
firmantes del Acta de Independencia del 5 de julio, entre otros íconos. Hoy por
hoy, dichos acontecimientos gozan de copiosa admiración y probablemente quienes
hoy sostienen que la Iglesia debe ser ajena a la política no han juzgado como
malo tales gestas.
La Iglesia venezolana ha
considerado importante su intervención en los acontecimientos sociales, en todo
aquello relativo a la polis, para así contribuir a la construcción de la Civilización del amor e iluminar las
realidades socio-políticas con la moral emanada del Evangelio. Es tan
transcendental esta verdad que el Concilio Plenario de Venezuela consagró este
contenido en un documento titulado: La
contribución de la Iglesia a la gestación de una nueva sociedad[28], no queriendo
decir que en otros documentos no se mencionen puntos de este mismo orden.
En consecuencia, es de suma
vitalidad ser parcos a la hora de sostener posiciones sin antes profundizar en
la pingüe riqueza del Magisterio eclesial, que bebe de la fuente inagotable del
Evangelio, es iluminado por el Espíritu Paráclito y va leyendo los signos de
los tiempos en cada época. Es preciso concluir estas sencillas líneas con estas
palabras:
Con su
enseñanza social, la Iglesia quiere anunciar y actualizar el Evangelio en la
compleja red de las relaciones sociales. No se trata simplemente de alcanzar al
hombre en la sociedad —el hombre como destinatario del anuncio evangélico—,
sino de fecundar y fermentar la sociedad misma con el Evangelio. Cuidar del
hombre significa, por tanto, para la Iglesia, velar también por la sociedad en
su solicitud misionera y salvífica. La convivencia social a menudo determina la
calidad de vida y por ello las condiciones en las que cada hombre y cada mujer
se comprenden a sí mismos y deciden acerca de sí mismos y de su propia
vocación. Por esta razón, la Iglesia no es indiferente a todo lo que en la
sociedad se decide, se produce y se vive, a la calidad moral, es decir,
auténticamente humana y humanizadora, de la vida social. La sociedad y con ella
la política, la economía, el trabajo, el derecho, la cultura no constituyen un
ámbito meramente secular y mundano, y por ello marginal y extraño al mensaje y
a la economía de la salvación. La sociedad, en efecto, con todo lo que en ella
se realiza, atañe al hombre. Es esa la sociedad de los hombres, que son « el
camino primero y fundamental de la Iglesia ».[29]
Juan Hernández
Agosto, 2017.
[1] Cf. Mt. 16,18-19.
[2] I Tim. 3,15.
[3] Cabe destacar que este Sumo Pontífice hace gran
referencia a la carta encíclica Rerum
Novarum de su predecesor León XIII acerca de las cuestiones sociales, al
igual que mencionará el magisterio de otros Papas sobre este tema. De la encíclica
Rerum Novarum se hablará con mayor
profundidad más adelante.
[4] S.S. Juan XXIII, Carta Encíclica Mater et Magistra (MM),
1961, n. 3. Disponible en: http://w2.vatican.va/content/john-xxiii/es/encyclicals/documents/hf_j-xxiii_enc_15051961_mater.html
[Visto 02/08/17]
[5] «Entonces el Señor Dios modeló al hombre con arcilla del suelo y sopló
en su nariz un aliento de vida. Así el hombre se convirtió en un ser viviente»
Gén. 2,7.
[7] Para mayor información véase: Wikipedia – La
Enciclopedia Libre, «Edicto de Milán»,
disponible en: https://es.wikipedia.org/wiki/Edicto_de_Mil%C3%A1n [Visto 09/08/17]
[8] Véase: Wikipedia – La Enciclopedia Libre, «Teodosio I el Grande», disponible en: https://es.wikipedia.org/wiki/Teodosio_I_el_Grande
[Visto 09/08/17]
[9] En Mc. 12,13; Mt. 22,21; Lc. 20,20.
[10] Cf. Webdianoia, «La filosofía de Aristóteles, y 7. Sociedad y política», disponible
en: http://www.webdianoia.com/aristoteles/aristoteles_polis.htm [Visto
09/08/17]
[11] Etimologías filosóficas, Política, disponible en: http://etimologiaspalomar.blogspot.com/2013/07/politica.html
[Visto 09/08/17]
[12] Entiéndase esta expresión como: «(…) conjunto de personas quienes participan en
el quehacer político de un país. Más específicamente, se refiere a quienes
directamente participan de los grupos de poder e influencia, más bien parte del
sistema político para un país o región en particular» En TUS PREGUNTAS, ¿Qué es la comunidad política?,
disponible en: http://tuspreguntas.misrespuestas.com/preg.php?idPregunta=11371
[Visto 09/08/17]
[13] PONTIFICIO CONSEJO
«JUSTICIA Y PAZ», COMPENDIO DE LA
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA, Libreria Editrice Vaticana, 2005, 424.
Disponible en: http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/justpeace/documents/rc_pc_justpeace_doc_20060526_compendio-dott-soc_sp.html#IGLESIA
CATÓLICA Y COMUNIDAD POLÍTICA [Visto 09/08/17]
[14] Cf. Iden.
[15] Para ampliar un poco más la perspectiva acerca de
este punto véase: Wikipedia – La Enciclopedia Libre, «Doctrina social de la Iglesia», disponible en: https://es.wikipedia.org/wiki/Doctrina_social_de_la_Iglesia
[Visto 11/08/17]
[16] Cf. M. LOZA, Rerum
Novarum, para entender y reflexionar la Encíclica, disponible en: http://es.catholic.net/op/articulos/2491/cat/159/rerum-novarum-para-entender-y-reflexionar-la-enciclica.html
[Visto 11/08/17]
[17] S.S. León XIII, Carta
Encíclica Rerum Novarum, Librería Editrice Vaticana, 1891, n. 1. Disponible
en: http://w2.vatican.va/content/leo-xiii/es/encyclicals/documents/hf_l-xiii_enc_15051891_rerum-novarum.html
[Visto 11/08/17]
[18] Cf. Ibid., n.
2.
[19] Esa era la misión de los profetas que quienes por
denunciar las injusticias fueron amenazados, aborrecidos, torturados y muertos.
Así resonaban sus voces: «¡Ay de los que
convierten el derecho en veneno y echan por tierra la justicia!. ¡Ay de los que
aborrecen al que recrimina en la Puerta y detestan al que habla con integridad!
Por eso, por haber esquilmado al débil, exigiéndole un tributo de grano, esas
casas de piedras talladas que ustedes construyeron, no las habitarán, de esas
viñas selectas que plantaron, no beberán el vino.
Porque yo conozco la multitud de sus crímenes y la
enormidad de sus pecados, ¡opresores del justo, que exigen rescate y atropellan
a los pobres en la Puerta!» Am. 5,7.10-12.
[20] S.S. Francisco, Exhortación
Pastoral Evangelii Gaudium, Libreria Editrice Vaticana, 2013, nn. 182-183.
Disponible en: http://w2.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20131124_evangelii-gaudium.html
[Visto 11/08/17]
[21] Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), COMUNICADO
DE LA PRESIDENCIA DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE VENEZUELA ANTE LAS DECISIONES
DEL TRIBUNAL SUPREMO DE JUSTICIA, 31/03/17, nn. 2-5. Disponible en: http://www.cev.org.ve/index.php/noticias?start=30
[Visto 12/08/17]
[22] CEV, Comunicado de la CEV: LOS VENEZOLANOS EXIGIMOS EL RESPETO A NUESTROS
DERECHOS CIVILES Y A TODOS NUESTROS DERECHOS, 18/04/17, n. 2. Disponible
en: http://www.cev.org.ve/index.php/noticias/221-comunicado-de-la-cev-los-venezolanos-exigimos-el-respeto-a-nuestros-derechos-civiles-y-a-todos-nuestros-derechos
[Visto 12/08/17]
[23] CEV, ANTE LAS ELECCIONES PARA LA CONSTITUYENTE, 27/07/17, n. 3.
Disponible en: http://www.cev.org.ve/index.php/noticias?start=5 [Visto
12/08/17]
[24] CEV, Conferencia Episcopal Venezolana convoca a Jornada de Ayuno y Oración
por Venezuela, 13/07/17. Disponible en: http://www.cev.org.ve/index.php/noticias?start=5
[Visto12/08/17]
[25] CEV, Papa Francisco envía Carta a los obispos de Venezuela expresando su
cercanía y preocupación por el sufrimiento del pueblo venezolano, 05/05/17.
Disponible en: http://www.cev.org.ve/index.php/noticias/224-papa-francisco-envia-carta-a-los-obispos-de-venezuela
[Visto 12/08/17]
[26] CEV, Papa Francisco: En la voz de los Obispos Venezolanos también resuena la
mía, 08/06/17. Disponible en: http://www.cev.org.ve/index.php/noticias/231-papa-francisco-en-la-voz-de-los-obispos-venezolanos-tambien-resuena-la-mia
[Visto 12/08/17]
[27] Ante este punto se recomienda leer el siguiente
artículo: R. LUCIANI, El Papa, la Iglesia
y Venezuela. Disponible en: http://www.teologiahoy.com/secciones/iglesia-en-salida/el-papa-la-iglesia-y-venezuela
[28] En cuanto a la dimensión
de este documento, el mismo lo presenta brevemente con estas palabras: «Nuestro
Concilio centra su análisis en cuatro grandes ámbitos con sus correspondientes
núcleos problemáticos. Ellos son: el ámbito de lo económico, caracterizado por
la existencia de un sistema dominado por el individualismo, el afán de lucro y
la agudización de las desigualdades sociales; el ámbito de lo social,
caracterizado por la disolución del núcleo familiar, el progresivo
empobrecimiento del país, el grave deterioro general, y las fallas en la
valoración y respeto a los derechos humanos; el ámbito político, signado por la
falta de participación y organización ciudadanas en la línea de la libertad y
la justicia; y el ámbito de lo ético-cultural donde se observa una acentuada
pérdida del sentido moral, expresada en el poco aprecio por los auténticos
valores humanos.» Concilio Plenario de Venezuela (CPV), La contribución de la Iglesia a la gestación de
una nueva sociedad, CEV, Caracas, 2006, n. 6.