domingo, 27 de mayo de 2018

EL BARRIO Y LA CALLE

EL BARRIO Y LA CALLE

     Ven conmigo, -me dijo- quiero que hagas lo que yo hacía cuando estuve con ellos. Quiero que hagas lo que ellos hicieron cuando estuvieron con vida. Quiero que seas diferente, más como yo que como ese artista a quien tanto admiras. Él tiene defectos, muchos... Yo no, yo soy perfecto, así que ven conmigo.

     Sentí un miedo terrible, a pesar de que no iba muy lejos de mi casa y de la gente que conozco, tuve mucho miedo, no tanto por dejarlos, sino por temor a lo que iba a encontrarme. Comencé a seguirle, para ello se necesitaba una preparación, yo inicié esa preparación, y me gustaba, me sentía completo, pero el miedo fue más fuerte y me venció, tuve que decir que no.

     Por un largo tiempo no volvió a llamarme y yo seguí con lo que hacía, seguí admirando a mi cantante favorito, admirando sus canciones, su voz, su estilo de cabello, de vestirse, y empecé a hacer lo que él hacía, escapar del mundo y de sus realidades por medio de la música. Qué bien me iba, lo recuerdo, me encantaba porque muchos me admiraban, tuve mucho tiempo para hacer lo que yo quería, lo que aún quiero hacer. Hubiese podido seguir sin ningún problema, no estaba utilizando mal mis conocimientos, al contrario, estaba ayudando a que otros siguieran mi ejemplo, era el coordinador de la Pastoral Juvenil, estaba cerca de Él, pero volví a escucharle, volví a escuchar su voz:

—¡Ven conmigo! No sigas perdiendo el tiempo, eso te hace sentir bien pero no completo. Él intenta engañarte, te hace creer que estás haciendo lo que es correcto, pero no es así, no es suficiente, ven conmigo, yo te haré sentir completo.

—¿Por qué ahora? -Repliqué-, ¿por qué justo cuando me siento mejor?, ¿cuál es tu plan conmigo?, ¿qué es lo que tengo yo que puedas utilizar para hacer lo que quieres? Yo no tengo lo que necesitas, sólo mírame, mira mis debilidades, mis defectos, ¿no te das cuenta de que me falta la humildad?, ¿no ves que sólo quiero cosechar mi propia fama? No quiero darle fama a alguien más.
     No contestó mi pregunta, sólo seguía diciendo: ven conmigo... Por un momento quise ignorar su insistencia, así que, aunque seguía escuchándole, no le prestaba atención. Pero es que es tan insistente que ya no fueron sólo llamadas, ahora habían señales, ahora no hablaba directamente, ahora usaba a otros cercanos a mí para llamarme, y por un momento pensé: Te aprovechas porque eres Todopoderoso.

     La gota que derramó el vaso fue leer el evangelio de Juan 21, 15-19, especialmente ese último versículo, esa última palabra: ¡Sígueme! Después de eso no pude hacerme de la vista gorda, ya se había vuelto ensordecedora su voz y recomencé mi preparación, esta vez, al final, no dudé en decirle: Sí, está bien, iré contigo, me arriesgaré, aunque no les miento, el miedo seguía presente como una fuerza contraria, más aún el miedo a decirle a los míos. Así que decidí no decirle a nadie, decidí guardarme la decisión para mí sólo, pero he aquí que apareció nuevamente enviando señales mandándome a contarle a todos:

—¿Por qué siempre tienes que llevarme la contraria? ¡Le dije!, ¿no se supone que quieres hacerme felíz?

     Como siempre no contestó. Tiene fama de no contestar, creo que me toca enseñarle que se debe responder, que debe tener buenos modales. Recordé que él es dueño de los modales.

     Comencé por mis amigos, reuní una noche a Alita y a Dive y sin pensarlo les solté la sopa. Una de ellas lo intuyó rápidamente y se adelantó a la noticia dejando atónita a la que tenía a su lado. Hablamos por un largo rato de esto, se entristecieron y en eso volví a preguntarle: ¿No querías hacerme feliz? Al verlas tristes, especialmente a Dive, se me partió el corazón, y eso que apenas estaba hablando con mis amigos. Es que se me pasó decirles algo, esta vez no iba a estar cerca de mis amigos, esta vez el llamado indicaba un lugar distinto, gente nueva, ciudad nueva, lejos de todo lo que amo. Es por esto que mi miedo se hizo mucho más grande. Una pregunta surgió de Dive:

—¿Le dijiste a tu mamá?, -Aún no, afirmé. —Es difícil para mí decirle, sé cómo se pondrá. Estoy esperando el momento correcto para que no sea tan dolorosa la noticia.

—Tienes que decirle pequeño.

—¡Lo sé Dive, sé que tengo que hacerlo, pero espero a que sea el momento exacto y propicio.

     La conversación no sólo sirvió para traer a la mesa este tema sino que sirvió para organizar una cena entre amigos, se unieron Jesús y Wilmer, quedamos en invitar a Nazita y a Juan Carlos también, quisimos invitar a Yuli, a propósito de que todos concordábamos en que estaba alejada de todos y en que la extrañábamos. Al final sólo estuvimos Dive, Wilmer, Ángela, Jesús, Naza, Juan, mi Mamá y yo. Fueron unas hamburguesas excelentes, aún lo recuerdo, ¿cómo no recordarlo? esa fue mi última cena con ellos, con mis mejores amigos, mis hermanos, a los que amo.

     Mis hermanos Jesús y Ángela estaban haciendo planes para irse del país, así que tuvimos que acompañarlos a la notaría, y aquí quiero hablar de la hermosa amistad que hemos cosechado los cuatro, Ángela, Jesús, Diveana y mi persona. Nos conocemos hace largo tiempo, y nuestra hermandad ha crecido tanto que es difícil estar 15 días sin vernos, o por lo menos sin hablarnos, es por eso que los extraño tanto, y si les soy sinceros, una de las cosas que más extraño son los ponquesitos de Ángela... ¡Ohhhhhh por Dios! Es que si tuvieran la preciada oportunidad de probarlos. Son realmente un pedacito de cielo colocado en una pequeña bolsita de papel, son espectaculares. Cuando los pruebas sientes cómo el amor y el cariño que ella les imprime al hacerlos se hace dulce grato en tu paladar, si llegas a probarlos la amarás toda tu vida. También extraño de Dive su odiosidad y cómo me fastidiaba la paciencia (en el buen sentido de la palabra), cuando tenía sueño. Esos momentos eran maravillosos porque sin darnos cuenta, los dos nos volvíamos unos niños, peleando, riéndonos, fastidiándonos el uno al otro, etc. Si nos vieran entenderían lo que les digo. A Jesús lo conozco de menos tiempo, pero su forma de ser es tan increíblemente grata que con sólo conocerlo por unas horas lo quieres como un hermano.

—Gracias, has querido tanto a mis hermanas. Gracias por amarlos y unirlos, y permitirme conocerlos.

     Me respondió diciendo: Para ti tengo mejores cosas, ¿qué esperas que no hablas con tu Mamá y tu Papá?

—¡Pero Señor! Por lo menos toma en cuenta mi alabanza. Sabes que estoy esperando el momento correcto. No me apures.

—¿cuál momento correcto? Hazlo ya. 

—¿Cuánto te amo Señor? Dije sarcásticamente. Al término de mi agradecimiento por unir a Jesús y Ángela como pareja lo primero que hice, estando en la notaría, fue escribirle un mensaje a Mamá: "Tenemos que hablar". Inmediatamente me llamó preguntándome: ¿Qué tienes que decirme? No me digas que te vas.

—¿Acaso le dijiste? Repliqué. ¿Qué creen? No respondió.

     Ese día, en la noche, se dio la ocasión para decirle a quien menos quería: Mamá, ahora sí me voy.

     Silencio, lágrimas, discusiones... "¡ésta es la felicidad que tu Dios quiere para ti!", escuchaba el comentario en mi mente, no sé si fue mi conciencia o la voz del oscuro. Ella dijo: "Te apoyo hijo", pero su corazón, es como si pudiera verlo, como si pudiera sentirlo, sabía que dentro de ella sentía lo contrario, no quería que me fuera. Y díganme ustedes: ¿qué madre quiere que su hijo se vaya de casa y la deje "sola"? Entre tantas lágrimas mutuas, entre discusiones sentía que me unía más a ella, de una forma mística, un tanto extraña, no olvidaré jamás esas semanas previas a mi partida. Me sentí mal, rechazado, sólo, vacío, sentía que me habían abandonado, aunque sé que jamás me sentí tan destrozado como el día en que me despedí de ella, la que me crió, la que me vio crecer y que dejó a veces de comer por darme a mí. La extraño inmensamente, mi corazón se vuelve chico cada vez que la recuerdo.

     El viaje fue rápido, me di cuenta de que el que me llamó estaba contento, conseguimos los pasajes más económicos de lo común, ya no había tanto susto, no estaba sólo, Jonathan estaba conmigo, ya la decisión estaba tomada y la acción realizada. Y allí llegué, parecía como si conociera, en ese momento de nuestra llegada sentí que todo lo que me enseñó mi Madre había aparecido. Quizá se rían pero, si vieron Harry Potter (mi película favorita), recordarán que hay un momento en que, enfrentándose Harry contra Voldemort, aparecían los padres de Harry y le daban fuerzas y ánimo para vencer, si no lo recuerdan les recomiendo que la vean. Pues mi Voldemort, en este caso era esta ciudad, lo sigue siendo aún. Tomamos un taxi a casa, llegamos rápido, las maletas eran bastante pesadas pero fue grato encontrarnos con que nuestros "ahora hermanos" nos estaban esperando en el desayuno. Pasen, nos dijeron, esta será su habitación, Wilfredo no había llegado, por un instante pensé que no vendría, pero llegó, o mejor dicho, lo buscamos días después.

     Me tomaré el atrevimiento de volver a hablar de Voldemort, un ser oscuro, lleno de tristeza, vacío, dolor, que con sólo acercarte te impregnas de su negativismo, de su oscuridad, pero un ser al que, como cristiano, te gustaría ayudar. ¿Por qué digo ésto? Porque viene la última parte de este relato. Esta última parte es difícil, si se me quiebra la voz me disculpan, esta etapa se llama "el barrio y la calle".

     Mi primera visita al barrio, sin mentirles, fue exactamente igual, o quizá peor que la primera vez que entré a la carcel en Mérida: el olor, la basura entre la gente, la gente misma...

—¿A esto le llamas felicidad?, ¿Qué carajos es lo que quieres que haga?. Esta vez respondió: sana mis heridas, limpia mi rostro sufriente. Se preguntarán: ¿Qué sentí?. No lo puedo explicar... Es que fueron tantas cosas... Sólo de una cosa estoy seguro y es que ese primer día de "el barrio y la calle", por primera vez vi cara a cara el rostro demacrado, pisoteado, humillado y sufriente de Dios. Desde entonces, salgo  de casa y al ver al que no debe ser nombrado (Voldemort) y no poder aún hacer nada para ayudar, para iluminar un poco la oscuridad, me frustro, me hago uno con el sufrimiento de mi Jesús amado. Cada indigente, cada mal olor, cada niño descalzo pidiendo comida, óigase y léase bien: pidiendo comida, ni siquiera dinero, pidiendo comida, me lacera como a Jesús, cada hombre, mujer y niño que encuentro hurgando en la basura representa un azote, una espina, un escupitazo que recibo junto al Amado de mi alma.

     Ese 29 de octubre, mientras escribía estas letras, luego de enterarme que mi hermana Diveana, estaba esperando su primer hijo, luego de haber visitado más de cuatro veces el barrio y la calle, luego de experimentar tristeza, soledad, alegría, rabia, desconsuelo, risas, sustos, nervios, necesidad de irme... comienzo a entender, comprender y asumir lo que realmente es la felicidad, esa felicidad es estar con el que me llamó, Jesús, el Amado de mi alma, ahora me doy cuenta de lo que dice Cantares:

"Yo dormía, pero no mi corazón.
Y oí que mi amado llamaba a la puerta:
¡Ábreme, amor mío!
Pero Señor, Ya me he quitado la ropa;
¡tendría que volver a vestirme!
Ya me he lavado los pies;
¡se me volverían a llenar de polvo!
Mi amado metió la mano por el agujero de la puerta.
¡Eso me conmovió profundamente!
Entonces me levanté para abrirle a mi amado.
De mis manos y mis dedos cayeron gotitas de mirra
sobre el pasador de la puerta.
¡Al oírlo hablar sentí que me moría!
Abrí la puerta a mi amado, pero él ya no estaba allí.
Lo busqué y no lo encontré, lo llamé y no me respondió."

     Aún es difícil salir de casa y en la primera esquina encontrarte con esos niños que esperan a que el semáforo esté en rojo para poder pasar por cada auto pidiendo lo que cada quien quiera darles. Más difícil es ver cómo algunos incluso tienen el descaro de enojarse por lo que hacen estos niños, cómo si ellos tienen la culpa. A veces, les juro, me siento culpable yo.

     Hace algunos días me sentí terrible, se lo comenté a uno de mis hermanos. Era domingo y al salir nos invitaron a almorzar en casa de algunos amigos. Antes de salir, en la casa de la señora donde hacemos la pastoral nos dio almuerzo, así que almorcé dos veces. Por favor, entiéndanme, no es fácil para mí compartir esto, después que llegamos de este doble almuerzo, a eso de las seis de la tarde nos dispusimos a cenar y después de la cena a celebrar el cumpleaños de Rafael donde hubo más comida, y yo de todo me deleité. De todo probé, de todo comí. Tanto así fue que en la madrugada tuve que levantarme de emergencia a vomitar. Recordé que meses antes hice un retiro de ayuno donde prometí no abusar de las comidas y pensar un poquito más en aquellos que anhelan un bocado de lo que sea, y les juro, de verdad que me sentí la peor mierda. Perdón por el lenguaje fuerte, pero así me sentí, no hay otra forma de expresarlo. Tuve, por supuesto que confesarlo.

     Esto volvió a suceder, aunque no con la misma intensidad, entonces entendí que el oscuro intenta meterse por donde  menos piensas.

—Ayúdame, te lo suplico. Perdóname, te necesito.

     Su voz se escucho tan dulce: —No te sientas así. Yo sé que tu fe no ha alcanzado la plenitud, pero si sigues haciendo lo que te pido verás cómo mis maravillas se reflejaran en ti. Así que ánimo, sigue adelante y no vuelvas a hacerlo.

     Lloré, no lo había escuchado así en mucho tiempo. Desde entonces me ha sonreído y me ha mirado con tal hermosura que es difícil callar cómo es conmigo.

     Cuando dije: "me hacen falta mis jóvenes de la pastoral", el respondió: "espera un poco, ya verás". Ayer me pidieron ayuda para coordinar una Pastoral Juvenil Misionera acá.

     Cuando fui a celebrar la palabra y se me olvidó la guitarra, dije: "No estaría mal si me consiguieras una en este momento", el no respondió, actuó, me consiguió un cuatro.
Cuando quise hacer algo para ayudar a los niños del semáforo de la trinidad, hizo mi cartera más pesada. Todos los domingos la hace más pesada. Aunque me deja sin dinero para los pasajes, me deja con el corazón lleno de gozo, y eso vale más que transportarme cómodamente en bus.
Cuando le pedí que nos ayudara a arreglar la güagüa de la casa, no esperó mucho tiempo, al otro día comenzó a arreglarla, y aunque no está del todo lista, va en proceso y bastante adelantado. Así es él, es mejor que mi artista favorito.

     Les comenté que soy músico, pues le he pedido que me ayude a que mi música se dé a conocer, que pueda ser escuchado cantándole a él. Aún no he tenido respuesta, pero confío en él, sé que aunque tarde mil años, él hará mis sueños realidad. Pues al fin y al cabo es el Todopoderoso, el dueño de los modales, el artista más famoso de la historia, el que nos hace sufrir, reír, llorar, morir, nacer, el que nos da todo.
Me gustaría contarles todo, hay algo más, pero esto es lo suficientemente íntimo como para no compartirlo con ustedes, es lo suficientemente secreto como para quedármelo entre el que me llama y yo. No es algo malo, pero puede volverse malo si no lo sé sobrellevar. Sólo les pido que oren por mí, para que, en vez de volverse malo, me ayude a crecer. Por ahora confórmense con saber una gran parte de lo ocurrido desde ese agosto hasta este día.

     Hoy, cuando leo lo que escribí, cuando ustedes leen lo que escribí, quisiera que me ayudaran a comprender cómo es que en realidad estoy haciendo lo que él quiere, no lo que yo quiero, y cómo, aún sin hacer lo que quiero me siento realizado, cómo hoy, sin tener nada siento que lo tengo todo.

Jesús Urdaneta.

"DIVERGENCIA POLÍTICA ¿DIVISIÓN O SEPARACIÓN?

¿De qué hablamos cuando usamos la expresión "Divergencia"? Es un tópico interesante que quisiera aclarar para evitar confusiones q...