miércoles, 4 de julio de 2018

HISTORIAS DEL METRO

     Uno de los retos más grandes al aventurarse en la experiencia del blog es saber qué publicar. 

     En esta ocasión he decidido tomarme la tarea de plasmar en historias cotidianas, cercanas y muy reales, cada una de las parábolas de Jesús. Es importante acotar que ninguna de las historias basadas en las parábolas es real, a lo mejor han sucedido, uno no sabe todo lo que pasa en el mundo, pero en este caso las historias son producto de la imaginación, al igual que los personajes.

     Sin más preámbulo, conozcamos nuestra primera historia llamada Historias del Metro. 

        Ayer estaba en el metro; por una extraña razón que aun no comprendo decidí subirme al metro y simplemente pasar por todas las estaciones, quizá era para abandonar el estrés. Lo cierto es que mientras estaba recorriendo estación por estación un hombre muy bien vestido se sentó a mi lado y comenzó a contarme la historia de su vida y lo que había pasado con su hijo. Esta historia me impactó tanto que se quedó grabada en mi mente y en mi corazón a tal punto que tuve la necesidad de escribirla, por supuesto que cambiaré los nombres de los personajes porque no es conveniente colocar los verdaderos. Este hombre era ya mayor, casi anciano, su nombre era Alberto, será el único nombre real que les diré, y solo porque es digno de recordar. Alberto comenzó su historia así:

—Recuerdo cuando era más joven, era muy ambicioso, todavía lo soy, aunque no lo crea, este abuelo todavía quiere lograr algunas cosas, siento que me quedan todavía muchísimos años de vida.

     Yo tuve un hijo que se parecía mucho a usted, joven. Usaba barba, el cabello largo, todas las chicas estaban muy pendientes de él pues decían que era muy apuesto, pero solo lo buscaban por su físico, así que siempre terminaba en la sala de la casa jugando en su Play Station (le costó pronunciarlo), comiendo chocolates y escuchando música a todo volumen, me encantaba cuando llenaba la casa de ruido.

     Yo me dedicaba a las tareas de oficina, era un trabajo muy relajado, con bastante silencio y tiempo para estar pendiente de todo lo que sucedía en el mundo, muchas veces me preocupaba por tantos problemas, sentía que necesitaba ayudar a la humanidad, usted sabe, cuando uno es ambicioso quiere lograrlo todo. Pero cuando mi hijo cumplió sus 33 años, decidí independizarme y formar mi propia empresa, pensando también en "ayudar a la humanidad", por lo menos a los que me rodeaban. Así que compré un gran terreno, en él no había nada, pero era perfecto para dedicarse a la siembra y el cultivo de cualquier tipo de hortalizas. Era gigantesco. Oh, por cierto, discúlpeme, no le dije que mi hijo se llamaba Josué.

     Como le dije, yo era un hombre de oficina, nunca en mi vida había trabajado en el campo y en el cultivo, así que tuve que buscar personas que me asesoraran, y contraté trabajadores aptos y profesionales en el campo, los mejores. Recuerdo que pensaba que había sido un buen negocio pues a pesar de ser profesionales no cobraban muy caro. (Soltó unas cuantas risas que se apagaron inmediatamente, no entendí por qué hasta que me lo explicó.)

     Pero como siempre dicen por ahí: Lo barato sale caro. Yo confié demasiado en estos trabajadores; tenía mis razones, los primeros meses fueron bastante exitosos, lo recuerdo muy bien, ¡qué tiempos aquellos! Entonces decidí mudarme. Nosotros vivíamos en una bonita casa muy acogedora en los andes, en una hermosa montaña, podrías vivir feliz allí toda tu vida. Pero usted sabe muy bien que uno siempre busca cosas que cree mejores, así que decidimos mudarnos al centro de la ciudad.

     Como todo iba muy bien con la tierra y con mi nueva empresa, decidí dejar encargados por un año a los trabajadores, así que yo me dediqué por completo a mi familia. Pero antes de cumplirse el año quise echar un vistazo para ver cómo estaba todo en el campo así que decidí enviar a unos representantes para que redactaran un informe y me lo presentaran, a lo mejor los trabajadores tendrían alguna queja y no lo habían manifestado, usted debe saber, parece un hombre de negocios. (Me miró de arriba abajo, yo estaba de corbata)

     Resulta que semanas después regresaron los representantes que envié muy disgustados conmigo porque los trabajadores ni siquiera les abrieron las puertas, me dijeron que de tanto insistir los amenazaron. Yo los calmé, les dije que a lo mejor pensaban que eran del gobierno y querían expropiarnos las tierras, son hombres muy prudentes. Pero ellos muy enojados se fueron y me pidieron que no los volviera a mandar a ir.

     Bueno, yo no me compliqué la vida, hablé con algunos amigos y les pedí que fueran, a ellos los conocían los trabajadores porque habíamos compartido en el campo una vez. ¿Qué cree usted, joven? Al volver traían las mismas noticias de los primeros. Ahí comencé a preocuparme y también me enojé, así que comencé a llamar a estos trabajadores para ver qué pasaba, así estuve un mes, hasta que decidí dejar de pagarles para que llegaran a mí, yo tenía la ventaja de que era el administrador. (Se detuvo un momento)

     Perdone joven, ¿no necesita usted bajarse? No sienta pena de decirme cuando tenga que quedarse, mire que este pobre abuelo está obligándolo a escucharle sus tonterías. (Para mí era fascinante la historia, así que le pedí que continuara)

     Como le venía diciendo, un mes dejé de pagarles y nada, así que decidí enviar al propio Josué, a mi hijo; le pedí que les llevara los cheques con sus pagos para que lo dejaran entrar sin problemas. Él, muy obediente como siempre se fue y entonces sucedió lo que nunca me imaginé. (Su rostro cambió totalmente, ahora su mirada se quedaba mirando fijamente un punto del vagón, como si no estuviese allí en ese momento)

     Mi hijo no regresaba, lo llamé y no me contestaba, lo habían asesinado. Ni siquiera tomaron sus cheques, solo lo mataron como si fueran un animal. Es lo más doloroso que me ha pasado en la vida, no pod… (No pudo continuar, miró a otro lado para que yo no le viese el rostro, yo no sabía qué decir, no sabía si estrecharle mi mano, simplemente estaba impactado totalmente. Solo se me ocurrió preguntarle:

—¿Y qué pasó con los trabajadores?)

—Qué cree, por suerte la ley estaba de mi lado y decidieron encarcelarlos, así que decidí desde entonces dedicarme yo mismo a la tierra, fue difícil, me tocó aprender allí sobre la marcha, pero tuve buenos amigos que me apoyaban y me ayudaban, verdaderos amigos que no me defraudaron y hasta ahora no me han defraudado, además, sé que mi hijo desde allá condense encuentra también me ayuda.

     No me malinterprete joven, yo desde pequeño he sido muy cercano a la religión católica, desde niño se me enseñó que hay que perdonar tanto como sea necesario, así que yo fui un día a ver a estos hombres a la cárcel y decidí perdonarlos, fue algo extremadamente difícil, cuando vi al primero solo veía a mi hijo muriendo en sus manos, pero no podía dar la espalda a mi fe. Los perdoné y eso ha sido una luz en mi vida que no se apaga, desde entonces puedo decir que soy feliz nuevamente. Lo que sí les pregunté estando en la cárcel con ellos fue por qué lo habían asesinado, si él solo quería entregarles su paga y ver cómo iba todo. Ninguno me contestó. Actualmente siguen en la cárcel y yo a veces los visito, el perdón se muestra con acciones. (En ese momento me sonrió, miró a los lados, se levantó sin decirme adiós y se fue. Yo estaba pasmado, cómo era posible que los hubiese perdonado, a esos canallas que le quitaron lo más preciado, tomé el cuaderno que siempre llevo conmigo y comencé a escribir la historia que ahora estás leyendo, entonces, mientras seguía recorriendo las estaciones y escribiendo recordé aquella parábola de Jesús:

     "Cierto hombre que era propietario plantó una viña, la rodeó de una cerca y cavó en ella un lagar, edificó una torre, la arrendó a unos labradores y se marchó de allí. Cuando se acercó el tiempo de los frutos, envió a sus criados a los labradores para percibir sus frutos. Pero los labradores, agarrando a los criados, a uno lo golpearon, a otro lo mataron y a otro lo lapidaron. De nuevo envió a otros criados en mayor número que los primeros, pero hicieron con ellos lo mismo. Por último, les envió a su hijo, diciéndose: A mi hijo lo respetarán. Pero los labradores, al ver al hijo, dijeron entre sí: Este es el heredero. Vamos, matémoslo y nos quedaremos con su heredad. Y, agarrándolo, lo echaron fuera de la viña y lo mataron. Cuando venga el duelo de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores? Le contestaron: A esos malvados les dará una mala muerte, y arrendará la viña a otros labradores que les entreguen los frutos a su tiempo. Jesús les dijo: ¿Acaso no habéis leído en las Escrituras: ´La piedra que rechazaron los constructores, ésta ha llegado a ser la piedra angular? Es el Señor quien ha hecho esto y es admirable a nuestros ojos?

     Por esto os digo que os será quitado el Reino de Dios y será dado a un pueblo que rinda sus frutos. Y quien caiga sobre esta piedra quedará destrozado, y sobre quien ella caiga, lo aplastará.
(Marcos 12, 1-11)

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