jueves, 12 de julio de 2018

MI AMIGO RAFA

     Ayer tuve un día pésimo, juro que fue el peor día de mi vida, todo se puso en mi contra y prácticamente todo me salió mal, pero lo que creí que fue el colmo de todo en realidad me dejó una maravillosa enseñanza. Quiero contarte todo mi día, desde que me desperté hasta después que me acosté.

     Comenzaré por decirte que le dije a mi esposa que me despertara a las 5:30 am porque tenía que estar a las 7:00 am en el trabajo para una conferencia muy importante a la que no podía llegar tarde, ni faltar, siquiera.

     Pues resulta que mi esposa se quedó dormida y tampoco escuchó el despertador, y cuando me desperté ya eran las 6:30 am, te podrás imaginar la hora a la que llegué a la conferencia, sobre todo porque, como sabes, las colas acá en Caracas son terribles. Cuando llegué a la conferencia mi jefe me miró con la cara más terrible del mundo. Es que si tuviera pistolas en los ojos ya estuviera yo muerto. Pero fíjate que no cae muy mal el ejemplo de estar muerto, cuando terminó la conferencia, a eso de las nueve, mi jefe se acercó y me dijo, (cito textualmente): “Solo una cosa te pedí Jesús, que llegaras a tiempo, y me fallaste, lo siento, recoge tus cosas y no vuelvas más.”

     Sí, así como escuchaste, me despidieron, hoy me he quedado sin trabajo, ¿y ahora qué hago?, ¿cómo mantendré a mi familia, a mis hijos, a quienes tanto amo? Es difícil, más aún decirle a mi esposa, ella se sintió culpable porque no me despertó a tiempo, pero yo no la culpo, esas cosas pasan, a veces nos quedamos dormidos y no escuchamos el despertador, es algo que le puede pasar a cualquiera y esta vez me pasó a mí.

     Cuando llegué a casa abracé a mi esposa y lloramos juntos, me pidió perdón pero yo le dije que no tenía nada qué perdonarle, yo la amo y no me enojaría con ella por eso. Decidimos mantener la calma y comenzar a buscar juntos un nuevo empleo, quizá un negocio independiente, tenemos algunos ahorros y buenos amigos que nos pueden ayudar.

     En la tarde, después de almorzar, los niños tomaron su siesta y a eso de las tres se despertaron para salir a jugar al jardín y mientras corrían detrás de la pelota Sebastián se tropezó, cayó al suelo y se fracturó el brazo. Tuvimos que salir inmediatamente al hospital y utilizar los ahorros para pagar todo el tratamiento de Sebas, así que lo del negocio propio ha quedado en el olvido por ahora, la familia es lo más importante.

     Llegamos agotadísimos a casa, por ahí como a las nueve de la noche. Decidimos, mi esposa y yo, dormir junto con los niños para estar pendientes de Sebas, él aún seguía algo adolorido pero de tanto llorar se quedó dormido pronto.

     Creerás que eso fue todo mi día pero no, cuando creí que la jornada había terminado pasó algo, a las 12:30 de la madrugada me llamó Rafael, un amigo de la infancia con el que tenía más o menos un año sin hablar. Yo contesté entre dormido y extrañado, pero él me dijo: “Jesús, hermano, perdóname por llamarte a esta hora pero no lo haría si no fuese realmente importante, necesito tu ayuda. Por favor, mi hija está muy enferma y no tengo dinero para los medicamentos, por favor amigo, no tengo a más nadie, por eso recurro a ti, no me dejes morir.”

     ¿Qué? Pero Rafa, yo estoy prácticamente igual que tú, esta tarde Sebas se fracturó el brazo, yo me quedé sin trabajo y tuve que utilizar los ahorros para pagar todo el tratamiento, lo siento amigo pero no tengo como ayudarte, no te diré que no tengo dinero, pero es que el que tengo es para Sebas y para la comida mientras encuentro un nuevo trabajo, lo siento. Y colgué, estaba cansado.

     Pero él insistió, volvió a llamarme, realmente estaba necesitado, cuando volví a contestar estaba llorando fuerte y yo, esta vez, no pude negarme. Él estaba frente a mi casa, así que me levanté de la cama y no solo le di dinero para los medicamentos de su hija, también lo abracé y lo escuché mientras lloraba y me contaba de la enfermedad de su niña, entre otras cosas me dijo que su esposa se fue con otro y no volvió a preguntar por Sofía (su hija).  Al final se fue bastante agradecido, prometió estar en contacto con más frecuencia y también me dijo que hablaría con algunos amigos para lo de mi trabajo, por supuesto, dijo que me pagaría cuando tuviese la oportunidad de hacerlo, yo le dije que no se preocupara, la familia es lo más importante.

     Así que esta mañana me levanté antes que todos y tuve tiempo de caminar por el jardín para pensar un poco y me di cuenta de que en realidad mi día no terminó tan mal, tuve la hermosa oportunidad de ayudar a un amigo con su necesidad, siempre es bueno ayudar a los amigos. A las siete recibí un mensaje de Rafa, me dijo que Sofía estaba mucho mejor, el medicamento le sentó muy bien y que seguía recuperándose, probablemente le darían de alta hoy mismo, así que yo, como buen creyente que soy, lo invité para la misa en la tarde junto a toda mi familia, aceptó con alegría...

También les dijo Jesús: Supongamos que uno de ustedes tiene un amigo, y que a media noche va a su casa y le dice: “Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío acaba de llegar de viaje a mi casa, y no tengo nada que darle.” Sin duda el otro no le contestará desde adentro: “No me molestes; la puerta está cerrada, y mis hijos y yo ya estamos acostados; no puedo levantarme a darte nada.” Les digo que, aunque no se levante a darle algo por ser su amigo, lo hará por su impertinencia, y le dará todo lo que necesita. (Lc 11, 5-8)

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